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miércoles, 6 de noviembre de 2013

UNA PEQUEÑA PARTE DE LA BIOGRAFIA DEL HERMANO MANUEL (SEGUIRE CONTANDO MAS EN OOTRO MOMENTO)




Biografía del Hermano Manuel



El Hermano Manuel, nació en Villagarcía de la Torre, un pueblo de la provincia de Badajoz. Hijo de padres católicos y excelentes personas pero muy humildes, su padre, José,  (Sierra) fue desde siempre un hombre querido y recordado en todo el pueblo por su bondad y caridad, virtudes que practicaba continuamente con todos los vecinos del pueblo a pesar de su humildad y pobreza. La madre, Josefa, hija de padres hortelanos, fue también una mujer llena de las mejores cualidades religiosas. Entre ambos educaron a su hijo Manuel con una religiosidad, que hoy casi podríamos calificar de excesiva, no permitiéndole nada contrario a las leyes divinas que ellos practicaban. Así, entre José y Josefa educaron a Manuel en el ejercicio de la humildad y la convivencia, enseñándole a actuar lo mismo con los demás.


Durante la infancia de Manuel, sin apenas recursos económicos familiares, el periodo de la Guerra Civil Española y su consecuente posguerra fueron años muy duros, como lo fueron para tantos y tantos niños españoles. Las primeras letras las aprendió Manuel en el  hoy ya desaparecido convento de monjas de Villagarcía, las Religiosas  Franciscanas. Aquellas buenas monjitas sembraron en la tierna mente de Manuel la semilla del amor y una decidida inclinación por todo lo que fuera religioso, que se convertiría en una firme fe que perduraría a través del tiempo.

Pese a la estrecha situación familiar, la primera infancia de Manuel transcurrió relativamente feliz, hasta que falleció una hermana mayor que él, María de los Ángeles, suceso quedo gravado de forma imborrable en su tierna mente. Para un niño de cinco años  era muy difícil comprender  a sus familiares que le decían que la hermana se había ido al cielo, cuando el niño, que tanto amaba a su hermana, la quería en la tierra.  La hermana muerta, tres años mayor que Manuel, era como el hada madrina que protegía al niño de todo peligro. Con ella se produjo esa mística unión de almas sencillas que, a pesar de los años que han pasado, perdura en el sensible recuerdo del hoy Hermano Manuel. Como con tantos otros sucesos que a todos nos acontecen en la vida,  y que se marcan trágicamente en nuestra memoria hasta que los afrontamos, asumimos y superamos, la muerte de la hermana fue traumática para el pequeño Manuel, quién entonces no comprendía que María de los Ángeles se hubiese marchado a otra dimensión donde continuar su vida en espíritu.

Manuel tenía cerca ocho años cuando nació Josefa, la hermana pequeña. Por aquella época, Manuel fue al colegio de los frailes franciscanos en el convento de la Merced, situado en la misma calle donde vivía la familia del niño. Aquellos frailes vestían un habito marrón y en su cintura tenían un cordón blanco anudado que le llegaba por debajo de la rodilla, su calzado eran unas sandalias. El hoy Hermano Manuel, aún recuerda a los frailes: al hermano Francisco que era el mayor, al hermano Antonio que fue el más importante en su educación y al hermano, José que parecía mas joven. 

En ese colegio existían dos grandes aulas. Una en el piso bajo que era la que más se usaba, también había un patio donde se hacia el recreo. En ese patio había un pozo, una puerta por la que se pasaba a la sacristía del Convento y otra puerta donde se pasaba al huerto de los frailes. En la parte de arriba existía otra aula que prácticamente no se usaba.

Aquella fue una época bastante feliz para Manuel que aún la recuerda con cierto cariño. Enfrente del Convento Manuel tenía a una tía llamada Carmen de parentesco lejano que no tenían hijos. Esta buena mujer tenia unas gafas de gruesos cristales porque veía poco, y cuantas veces hacía pasar a Manuel a su casa  era para que comiera. Fue una mujer bondadosa y aunque su marido trabajaba el campo y cogía buenas cosechas era muy tacaño, aunque no parece ser que le importara demasiado el que Manuel fuese a su casa a comer.

 La tía Carmen hacía unas matanzas fabulosas donde el chorizo era una delicia y las morcillas lustre de magro y con los mejores ingredientes nada tenían que ver con las que se hacen ahora. Raro era el día en que Manuel comía en su casa que no hubiese cocido, con su carne, su chorizo, su morcilla, sus costillas de cerdo y sus garbanzos de cosecha propia..  Un auténtico milagro de cocido dada la pobreza familiar de la familia de Manuel. La buena señora cuando podía y a escondidas de su marido, también obsequiaba a Manuel con algún que otro kilo de garbanzos y un poco de todo lo de la matanza para que sus padres pudiesen comer.

De su niñez recuerda con cariño y respeto a sus tíos lejanos, Emilio (El Rubio) y su esposa Manuela, siempre trataron a Manuel con cariño y Amor desinteresado, acojiendolo como si se tratara de un hijo mas de los muchos que tuvieron y que ahora están repartidos por la Geografía Española, de su tía Manuela guarda unos gratos recuerdos por su sencillez, bondad, limpieza de Espíritu, su caridad, buena madre, buena esposa y una mujer sincera, tenia unos ojos tan dulces que con solo estar a su lado se sentían todas las personas felices y   protegidas..

No puede dejar de hacer mención  a sus tíos carnales Manuel (Tapia) y a su tía Milagros hermana de la madre de Manuel, (hoy ya desencarnados) siempre fueron el apoyo en la niñez y juventud de este Sanador, fueron sus tíos, sus amigos, sus consejeros y hasta protectores de la débil estabilidad que en muchos momentos atravesó  en la vida el Hermano Manuel.

De aquella etapa de su niñez, al hermano Manuel siempre le quedaría el grato recuerdo de su amigo Diego, quién siempre lo protegió, tal vez porque lo encontraba más débil y indefenso que el resto de los niños. Aquella amistad sincera nunca se extinguió en el transcurso de los años, aun perdura, solo les separa la distancia ya que Diego Blanco-Morales Martín fijo su residencia y vive actualmente en  Andalucía, en la ciudad de Sevilla.

En el convento, el hermano Antonio iniciaría a Manuel en el conocimiento de la religión, instrucción que el niño aceptaba satisfecho, hasta que los franciscanos se marcharon del pueblo.  Después. Manuel asistió a la escuela publica de don Antonio, a quién en el pueblo llamaba  ”el carretero” como apodo por la costumbre que el buen maestro tenía de pasear por la carretera. De aquella escuela, el hermano Manuel recuerda el amor de don Antonio por la caligrafía de un texto bien escrito y que fue donde se preparó para la primera comunión, uno de los días más felices de su vida.

En un mundo de penuria económica y de escasez en el trabajo de jornalero del campo de su padre, Manuel comenzó a trabajar como aprendiz o meritorio en el Ayuntamiento de su pueblo, Villagarcía de la Torre, cuando entró como alcalde un tío suyo, Alfonso “el del molino”,  primo hermano de su padre. También por aquella época Manuel quiso ser sacerdote, aprovechando una de las dos becas que donaba un rico terrateniente de Llerena,  pueblo próximo a Villagarcía, para el seminario de Badajoz. Dada la inclinación religiosa de Manuel, al no conseguir ninguna de las dos becas para ir al seminario, entró como monaguillo del párroco del pueblo, don Alfredo Viera Figueredo.

El párroco resultó ser un sacerdote muy cumplidor y esforzado en su trabajo ya que los domingos decía su primera misa a las cinco de la mañana para que los segadores pudiesen oírla antes de marchar al campo. Además de monaguillo ejemplar, Manuel  estuvo diciendo el rosario en el Convento de la Merced por las tardes durante una época y luego leía para los demás un capítulo de las “Apariciones de la Virgen de Fátima” pese a la timidez que le producía tener que hablar en público.

Su vida cambia de rumbo cuando su padre sin trabajo y sin dinero, tuvo que vender su casa en dieciséis mil pesetas para marcharse a  Badajoz capital  para buscar trabajo.  Manuel tuvo que dejar su puesto en el Ayuntamiento, alejarse de sus amigos de la niñez, y perder de vista al pueblo que lo vio nacer.

En Badajoz, Manuel sigue haciendo sus oraciones y practicando lo que él llama la Ley Divina y hace trabajos diversos repartidor de leche de la Granja Céspedes, aprendiz de zapatero y también jornalero del campo. Trabaja como Mecanógrafo en una Academia  y tambien  de Camarero en el  bar “La Mezquita” y de camarero en el bar “Córdoba” que estaba en la calle de Calatrava (calle que bajaba hacia S. Andrés) cuyo local llega a regentar.

Por esas fechas conoció a la que habría de ser el gran amor de su vida y todavía su esposa, Matilde Duran Gamero. Aquella joven, que cautiva a Manuel por su sencillez y belleza espiritual, tenía una cualidades innatas como médium si bien no las practica más que en contadas ocasiones.

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